Este periodista guanajuatense –que siendo niño leía las crónicas deportivas de Manuel Seyde en el ejemplar de Excélsior que su abuelo materno recibía a las dos de la tarde envuelto como un carrujo–, como los toreros que se retiran y no pierden su condición de matadores, dijo que mantendrá su carácter de reportero. “Tampoco hay exreporteros”.

Después de 12 años como directivo de este centenario diario, Galarza, que creció profesionalmente de la mano de Julio Scherer García y Vicente Leñero en la revista Proceso, adonde llegó como auxiliar en 1978 y terminó como director en 2001, dijo:

“Me voy muy tranquilo. Tengo mucho por hacer cercano al periodismo. No estoy cerrando una puerta, estoy tratando de tener otro ciclo de vida, nada más, sin tener que alejarme totalmente; algún día alguien me convencerá de que le escriba una entrevista, una crónica, una columna, lo haré; pero ya no en la redacción todo el día, haciendo, si no un milagro, haciendo magia para que todos los días los lectores tengan un periódico en sus manos”.

Gerardo Galarza, reputado periodista que obtuvo entrevistas clave con Cuauhtémoc Cárdenas, tres días después de la elección de 1988, y otra con Manuel J. Clouthier; que cubrió de cabo a rabo la campaña presidencial de Heberto Castillo y el proceso electoral de 1991 en San Luis Potosí, con el doctor Salvador Nava, como figura de una lucha al margen de los partidos políticos; autor de la entrevista a Gilberto Rincón Gallardo, consumado líder de la izquierda mexicana desde 1968, y que en 1987 reveló que de joven había sido militante panista, hizo una reflexión breve sobre Excélsior, periódico al que hasta 2006 conoció del otro lado del espejo y desde donde ahora se convierte en “periodista en retiro”.

“Excélsior de 1976 es un hito en el periodismo nacional. Nunca trabajé en el Excélsior de Scherer, ni en el de Regino (Díaz Redondo), el de hoy es otra empresa diferente, que mantiene un cabezal que no tiene nada que ver con la cooperativa de Scherer ni de Regino, es una empresa privada, en donde el mérito fue el rescate de lo que se consideró la catedral del periodismo nacional.

“Cuando recibí la invitación para integrarme a este proyecto no tuve ninguna duda de hacerlo, sobre todo con la idea de rescatar a esa catedral. Tenemos 12 años haciéndolo. El periódico ha sido rescatado económicamente; periodísticamente también.

“Pero creo que, más allá del éxito o no éxito, eso lo determinan los lectores, quienes hacemos Excélsior en este momento ponemos lo mejor de nuestra parte, hacemos lo mejor que sabemos hacer para entregarle un producto al lector; el lector de este periódico y de cualquier otro es quien decide la importancia que le da. Yo confío en que nuestros lectores sepan reconocer los esfuerzos que se hacen en Excélsior, tanto como empresa como, sobre todo, los esfuerzos periodísticos; no es fácil, hay mucha competencia, buena competencia y sobre todo vivimos en un mundo de redes sociales donde se cree que cualquiera puede ser periodista, pero no es así, no creo en el periodismo como una ciencia, sino como un oficio que se necesita aprender a hacer bien”.

Y no obstante que Galarza leía a Seyde y a otros periodistas deportivos en Excélsior, en realidad la nota de la muerte del rejoneador Carlos Arruza, a finales de mayo de 1966,  publicada en Ovaciones a manera de carta dirigida al torero mexicano, fue lo que a los diez años de edad le despertó el gusanito por el periodismo. “Ahí comprendí la importancia que tenían las palabras y lo que se podía hacer con ellas”.

Galarza, respetado por políticos de todos los signos; querido por sus colegas, viejos y jóvenes, que lo trataron como par o que lo tuvieron como jefe en al menos cinco redacciones, es de la idea de que en México “se puede hacer periodismo si se quiere hacer periodismo”.

Sostuvo que las discusiones sobre la libertad de expresión son muy buenas teóricamente, “pero en México, muchos periodistas en muchos medios escritos, como audiovisuales, han demostrado que si se quiere hacer periodismo se hace periodismo, no ahora, sino incluso en los tiempos en que los que el PRI controlaba la política nacional y el gobierno imponía su criterio sobre los medios. ¿Era más riesgoso? Era más riesgoso en el sentido de que sufrías consecuencias.

“El golpe a Excélsior en 1976 no fue la primera vez. José Pagés Llergo, el fundador de Siempre!, recibió tres veces ese mismo trato de los gobiernos, tuvo dos revistas antes de Siempre!;  Jorge Piñó Sandoval también sufrió el cierre de una revista, tuvo otras. Pero los gobiernos de México se equivocaron con los periodistas mexicanos, porque siempre el nuevo medio que surge resulta más crítico que el que se cerró”.

Recuerdos

Lo que Gerardo Galarza tiene entre sus recuerdos más queridos de su trayectoria profesional –además de las entrevistas al beisbolista Fernando Valenzuela o al cantante Joan Manuel Serrat–, es la primera vez que redactó y firmó una nota para Proceso, aunque hayan pasado 39 años.

Sucedió en marzo de 1979, a los tres o cuatro meses de estar como reportero auxiliar, cuando lo más avanzado en comunicaciones era una télex, hoy una auténtica pieza de museo.

Esa nota con la que Galarza empezó su carrera formal inicia así: El intelectual mexicano fue premiado el jueves 29 de marzo “por el conjunto de su obra”, misma que será tema de un foro y coloquios durante la celebración del festival, que se efectuará del 4 al 9 de mayo próximo.

Enterado por Proceso de la obtención de este galardón, Octavio Paz exclamó: “Me da gusto oír esto. Es la primera noticia que tengo y estoy muy contento”.

Francisco Fe Álvarez, entonces director de la agencia de noticias del semanario, recordó Galarza, “entró desaforado a la redacción y empezó a ver quién estaba ahí y solamente estaba yo, y me dijo: ‘Galarza venga; le acaban de dar un premio a Octavio Paz, háblele por teléfono’. Primero tuve que conseguir el teléfono de la casa de Paz, todavía no era Nobel, y me contestó. Le dije ‘maestro, soy fulano de tal de Proceso, le llamo porque le acaban de dar un premio, y aunque él sabía se hizo el sorprendido”.

Con tirabuzón Galarza le sacó algunas declaraciones a Paz, que había obtenido el Premio Gran Águila de Oro del Festival Internacional del Libro Niza 1979.

El escritor se comprometió a tomarle otra llamada más tarde para ampliar la información.

El jueves siguiente, contó Galarza, “don Miguel López Azuara, que revisaba el servicio de la agencia para ver qué le servía para la revista, y que ni me conocía, preguntó de quién son las siglas GGT, ‘¿quién entrevistó a Octavio Paz?’, preguntó. Y me paré junto a él y le dije pues yo. ‘¿Y usted quién es?’, soy Galarza. ‘¿Usted entrevistó a Octavio Paz?’ Sí señor. Cogió los dos cables y me dijo ‘hágame la nota para la revista’. Era jueves como las 10, 11 de la noche, para cerrar el viernes. Escribí dos cuartillas, terminé como a las 4 de la mañana y me fui a dormir a la casa de unos amigos que vivían cerca de Proceso. Ahí vi un librero lleno con los libros de Paz y me di cuenta que a mi nota le faltaba mencionar libros. En cuanto amaneció me fui a rehacer la nota. Es una nota que yo la quiero mucho, que nadie va a leer y que quizá nadie haya leído en su momento, pero es una nota que nunca se me va a olvidar”.